miércoles, 17 de febrero de 2010

Richard Hawley: Magia en Estado Puro.



La "laboralidad" de la jornada nos impidió ser puntuales al barbudo y folky Pájaro Sunrise que a nuestra llegada ya se despedía y celebraba el poder talonear a un monstruo como Richard Hawley.

Las inmejorables impresiones que dejó el músico de Sheffield en su pretérita visita a Valencia en aquel inolvidable Heineken Greenspace del 97 donde hasta se mezcló en el escenario con Paul Weller, merecían revancha en una sala con sonido en condiciones que mostraba una notable presencia de público (alrededor de 500 personas) de una media de edad que superaba los 35.

Un halo de seriedad, tristeza y elegancia sopló en la sala cuando Hawley y sus cuatro acompañantes aparecieron, abúlicos, por el escenario. De elegancia va sobrado, pues ni un detalle (desde el peinado hasta el vestuario), ni una sola de las preciosas guitarras que lució, perdieron un ápice de estudiada perfección. De las causas que impregnaron de seriedad y la tristeza el concierto nos enteraríamos luego.

La exquisita y rocosa sobriedad de “As the dawn breaks” y “Ashes on the fire”, de su último disco Truelove’s Gutter, encendieron un comienzo penetrante que, guiado por la sensibilidad y el misterio de las guitarras, introdujo a la sala como en una postal hipnótica, como de peli de Lynch. El momento pedía un silencio que -como de costumbre- algunos que no estaban por la labor de respetar. Fue el propio Hawley el que indicó, de parte el resto, a “los que tuvieran ganas de hablar” la dirección de la “jodida puerta”. “Soldier on”, “Don´t you cry” y una creciente “Open up your door” de palpitante final hicieron buena defensa en directo de este postrero Lp que se hace duro en primeras escuchas.


“Lady solitude”, “Coles Corner”, “Oh my love” o, sobre todo, “Run for me”, de sus anteriores tres trabajos, añadieron un poco de luz a ese rock en color sepia que hoy en día nadie sabe escenificar tan bien como el crooner y guitarrista inglés. Un espectáculo hecho para oídos sensibles y amantes de los detalles instrumentales que pudieron descifrar a la perfección la colección de Gibson de Hawley, además de la sabrosa delicadeza con la que su guitarrista de acompañamiento acarició una eléctrica de 12 cuerdas, una acústica, una mandolina, una slide guitar… y yo que sé más. El resro de la banda: piano, percusión y bajo, no desentonaron sino todo lo contrario. La penetrante y modulable voz de Hawley, una garganta que resuena a Chris Isaak, Roy Orbison y Stuart A. Staples, hizo el resto.

Pero cierto es que aquello sonaba melancólico y entonces Hawley soltó: “Habrán notado que estoy muy tranquilo esta noche. Disculpen, mejor amigo murió ayer”… Nos quedamos de piedra y él dijo que le iba a dedicar una canción de Hendrix. Y así, con algo de pesadumbre y perdonándole lo escueto del repertorio, nos fuimos a casa con los punteados de “Little wing” clavándose en el alma como el llanto por un amigo que ya nunca verás.
Informador: Quique Medina
Vinilo Valencia. (http://www.vinilovalencia.com/conciertos.php?id=232)

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