lunes, 1 de marzo de 2010

LA GIMNASTA BIELORRUSA



Más mitos: La historia contada en "Nadia" por Fran Nixon, parece tener semejanza con esta otra. La realidad siempre supera a la ficción.



...Comenzó a leer noticias de gimnasia rítmica y a buscar a su Svetlana en todas las columnas deportivas. Entonces no había internet. Aquella gimnasta soviética, conocida con el sobrenombre de "el cisne de Bielorrusia" se había convertido en una obsesión y decidió conocerla.
Se puso en contacto con la Embajada soviética y, por medio de cartas, consiguió dar con un alma caritativa en Moscú que le reveló la dirección donde podía mandarle cartas a su amor platónico.

Tras meses de espera consiguió una respuesta de la deportista. Le decía que agradecía todos sus esfuerzos, que estaba entrenando, que estaba bien y que tenía curiosidad por conocerle. Más animado aún si cabe le mandó otra carta diciendo que iría donde fuera necesario. Svetlana contestó que estaría pronto en Valencia, en unas pruebas preparatorias. C pudo ahorrar el dinero suficiente para un billete de tren, un hotel, unas entradas y unos enormes ramos de flores. Fue a Valencia en la fecha convenida pero la Boguinskaya se había lesionado antes de salir de su país y jamás se vieron.

C. aprovechó para contactar con el seleccionador nacional soviético y pedirle que le entregara una carta a Svetlana. El tipo se apiadó de él y le dijo que estaría en Moscú recuperándose y entrenando. Le dio un teléfono de contacto.

No se lo pensó: Con una chaqueta, un pasaje de avión de ida y vuelta prestado por un amigo piloto, sin hotel y, con poco dinero, se presentó en el Moscú soviético. C. recuerda el frío, que nadie hablaba inglés y que, a duras penas, pudo llegar a una especie de pensión desde el aeropuerto. Bajó a una cabina y marcó el teléfono que traía apuntado en un papel.

Al otro lado, una voz en ruso parloteaba, él intentaba hacerse entender en inglés. Le colgaron como tres veces antes de que alguien, que medio le entendió, le partiera el corazón. La gimnasta estaba concentrada y era imposible verla. Explicó que venía de España y que sólo quería saludarla, darle unas flores y marcharse. A punto de echarse a llorar la voz al otro lado del teléfono le dijo que no se retirara.

Una voz muy joven dijo "¿Yes?". Era ella. C. Se emocionó. Svetlana Boguinskaya en persona le dijo que partía en pocas horas hacia su casa y que podrían verse unos segundos en el aeropuerto, quizás. Él recuerda su voz cálida y la forma en que lo llamaba por su nombre. Antes de colgar le dijo que había pensado en él. C. recogió los cuatro trapos y se volvió al aeropuerto.
Al fin se encontraron. Él sólo y desesperado, febril y sin duchar desde el día anterior. Ella rodeada por una entrenadora de rictus funcionarial y un par de señores del KGB que la acompañaban a todas partes por si se le ocurría desertar y dejar a los proletarios sin su ración de medallas.
Svetlana le dio las gracias y se miraron a los ojos. Le dijo que era muy cariñoso, muy tierno y que siguiera así. Él casi no pudo articular palabra. Le dio otra carta con su dirección en Madrid y una rendida declaración de amor. Se dieron un par de besos y le sostuvo las manos entre las suyas. Luego se la llevaron. Tuvieron el tiempo justo para que C. la viera desaparecer por los pasillos hacia su avión.

2 comentarios:

  1. Gracias por publicar uno de los post de mi blog en el tuyo que tanta buena música y tanto chaterío (...de chatis) condensa.

    Te agrego, por lo que pudiera pasar.

    Un saludo,
    Señor Insustancial

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